Acercar los libros


©Sandro Centurión
Antes de ser docente y escritor, soy un lector. Lo vengo siendo desde el día en que mi mamá me dio de leer “Cuentos de la selva” de Horacio Quiroga. Mi mamá, que sabe poco de libros, pero mucho de la vida, me formó como lector con el simple gesto de acercarme un libro como se acerca un juguete a un niño. Desde entonces, no dejé de leer. Sin embargo, no siempre es fácil leer, no siempre están dadas las condiciones para que ocurra ese mágico encuentro con la palabra que trasciende tiempos y fronteras. La más de las veces resulta un privilegio reservado para unos pocos.
Para quienes crecimos con el advenimiento de la democracia, quienes fuimos al colegio y a la universidad en los noventa, quienes empezamos a ejercer la docencia en el 2000 y en el 2001 sabemos lo que significa acceder a un libro. Poder comprarse el libro propio, para estudiar, para enseñar, para leerlo porque quiero leerlo y no solo tener que conformarse con una versión incompleta del libro en una fotocopia prestada.
Entonces, cómo no íbamos a aplaudir cuando las escuelas se inundaron de libros y netbooks, porque entendíamos que la lectura no puede ni debe ser un privilegio, sino un derecho inalienable de todos y todas. En estos tiempos de pérdidas de derechos conquistados es relevante insistir en que leer es un derecho, un derecho fundamental que no estamos dispuestos a rescindir. Sólo el libro al alcance de todos y todas nos permite soñar con el empoderamiento efectivo de la palabra, que nos hace más libres y mejores personas.
Es necesario y fundamental que haya más lectores, todos los que sean posibles, sobre todo entre los más jóvenes. Necesitamos con urgencia una generación de lectores comprometidos con su época. Necesitamos profundizar ese sueño y para ello es imprescindible, encontrarnos con las palabras, las ideas, los sueños de los otros, los iguales, y los distintos. Hoy más que nunca es necesario e imperioso acercar los libros a la gente, en todo el sentido que alude la frase, tanto en lo literal como en lo simbólico.
Por otra parte, los escritores tenemos la enorme responsabilidad social de decir, de opinar, de aportar nuestra palabra, de levantar la voz. La maquinaria de los medios de comunicación ostenta hoy el poder de la palabra. Y sabemos que esa palabra no nos incluye a todos y todas, nunca lo hizo.
Sabemos que no es poca cosa, muy por el contrario, es la gran batalla de la construcción cultural y definición del ser argentino, del ser formoseño, del ser mujer, del ser hombre, del ser maestro, obrero o funcionario público. Creo que es lo que nos toca, y de lo que tendremos que dar cuenta a nuestros hijos. Por todo esto, los invito a encontrarnos con los libros, a sumar voces, y palabras, a pensar e imaginar, a creer y emocionarnos, a ser, en definitiva, lectores.
Discurso pronunciado en la presentación de la XVII Feria del Libro de Formosa- Argentina

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