La moneda


Cara, dispararle a la mujer de tapado rojo. Un tiro certero en medio de la frente; cruz, seguir el cuento. Cruz. Ximena tenía ojos verdes oscuros, casi igual al verde del cocido que le calentaba las manos a esa hora de la mañana. Disfrutaba de ese momento tímido en que el tiempo se le hacía parecido a un bostezo. Cara, clavarle un puñal en la espalda al viejo que da de comer a las palomas sentado en el banco de la plaza; cruz, seguir el cuento. Cruz. Cuando se calzó el zapato derecho Ximena supo que ese sería un día innecesariamente largo en la tienda. Lo de siempre más lo acostumbrado daba como resultado un día de su vida. Cara, seguir a la mujer que sacó a pasear a su feo perro que camina con idéntica antipatía a la de su dueña, y empujarla desde el muelle para que se caiga al río con perro y todo; cruz, seguir el cuento. Cruz. Ximena buscó en su cartera las llaves de la puerta y en medio del alboroto de pastillas y monedas, halló sin querer, como siempre, una vieja foto carnet de Horacio. La vio y sintió que ese hombre seguía siendo, al igual que siempre, un objeto más de su cotidiana existencia. Cara, empujar al muchacho de la patineta que se lleva a todos por delante, empujarlo hacia la calle y que lo aplaste un auto; cruz, seguir el cuento. Cara.

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